Por: Kathy Kuczka
La cruz es uno de los símbolos más antiguos del cristianismo. Las cruces se pueden ver dondequiera que miremos. Cuelgan de los espejos retrovisores, en las habitaciones y sobresalen en colinas lejanas. Están hechas de madera, oro e incluso ramas de palma. Adornan los cuellos, los lóbulos de las orejas, los dedos y las muñecas. Los joyeros las valoran y quienes venden mercancía a los turistas hacen inventario de ellas. Debido a que la cruz se ha vuelto tan común, su significado central puede oscurecerse o darse por sentado.
Pero, ¿qué sucede cuando este símbolo se pone en acción simbólica? ¿Qué significa cuando alguien recibe la señal de la cruz?
Al menos desde el siglo II, los cristianos han recibido la señal de la cruz en la frente, el pecho y los ojos como una señal de que le pertenecen a Cristo. Repetimos esta antigua tradición cuando celebramos el Rito de Aceptación en la Orden de los Catecúmenos y el Rito de Bienvenida para aquellos candidatos que ya han sido bautizados.
El Rito de Aceptación en la Orden de los Catecúmenos es un umbral crucial en las vidas de aquellos que buscan conocer a Dios. Se encuentra entre el período de examinación y el período del catecumenado. Durante meses, tal vez incluso años, estas personas se han reunido para hacer preguntas sobre nuestra fe y compartir sus historias. Al recibir la señal de la cruz expresan su sí inicial al llamado de Dios y prometen vivir las enseñanzas del Evangelio y seguir el camino de Cristo. Esta promesa, si se toma en serio, es la respuesta al discipulado, un recorrido que conduce a la cruz.
Es por eso que las personas reciben la señal de la cruz después de que aceptan el Evangelio. Las palabras de invitación son significativas: «Acérquense ahora con sus padrinos para recibir el signo de su nueva forma de vida como catecúmenos». Puede parecer bastante extraño que una ceremonia de bienvenida que celebra una nueva forma de vida sea simbolizada por una cruz. Esto dice bastante sobre lo que los catecúmenos pueden esperar a medida que se sumergen en el misterio de Cristo, una muerte continua de sí mismos y la resurrección a una nueva vida en Jesús. El recibir la señal de la cruz también los fortalece para llevar sus propias cruces. Observen el texto de la primera vez que reciben la señal: “Recibe la cruz en tu frente. Es Cristo quien ahora te fortalece con este signo de su amor». La cruz los marca con la «magnitud del amor de Cristo y la inmensidad de su dolor». Ellos recibieron la señal de la cruz en sus frentes, orejas, ojos, labios, corazón, hombros, manos y pies, lo que significa que todo su ser se fortalece y está inmerso en el poder de la cruz.
Esta «nueva forma de vida» significa una nueva identidad. Ellos reciben un nuevo nombre. De ahora en adelante, se llaman catecúmenos. Son acogidos por la comunidad que ahora los llama propios. Este cambio de estado tiene lugar en medio de una comunidad de creyentes, la mayoría de los cuales recibieron la señal de la cruz por primera vez en su bautismo. La marca de la cruz se convierte no solo en un símbolo que indica un compartir en la vida y la muerte de Cristo, sino en una señal inicial de comunión con el Cuerpo de Cristo, la asamblea. Son los miembros de la comunidad los que les hacen la señal de la cruz, los aclaman y afirman en su recorrido. Los catecúmenos ahora se cuentan entre los hijos de Dios.
Aquellas personas que buscan la Plena Comunión con la Iglesia Católica (aquellas que han sido bautizadas en otras tradiciones cristianas), celebrarán el Rito de Bienvenida. Para ellas, recibir la señal de la cruz significa su compromiso de profundizar su relación con Cristo.
¡Alegrémonos con nuestros catecúmenos y aquellos que buscan la Plena Comunión y demos gracias a Dios por esta nueva vida que ahora hace parte de nosotros!